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martes, 21 de octubre de 2008

Krugman versus Vargas Llosa

Esta semana ha lucido en las páginas de los diarios el nuevo Nobel de Economía, Paul Krugman. Un desconocido hasta que le dan el premio Nobel y entonces todos averiguamos de repente, con lágrimas en los ojos, que este señor estaba profundamente en contra de todo el sistema económico que ha conducido al mundo a esta debacle financiera y económica.

Incluso Krugman se lamenta de no haber sido lo suficientemente apocalíptico para que se le tuviera más en cuenta (creo que más que el Nobel de economía este hombre merecía el de la paz). Mi pregunta es: ¿por qué era un desconocido? ¿Por qué le han dado el premio cuando todo se había venido abajo? Y otra más: ¿Por qué antes el gran gurú, con su correspondiente Nobel encima era Milton Friedman, el adalid del monetarismo, o, dicho de otro modo, de la doctrina del libre mercado por encima de todas lasa cosas, los animales, las personas y los dioses?

Ruego no se pierdan el análisis que Krugman hace de Friedman en El País del pasado domingo. En ese extenso análisis se vislumbra que Occidente entra en otra era económica más proteccionista, más izquierdosa, para entendernos. Pero sólo porque toca, porque no hay más remedio. El propio Krugman lo cuenta muy bien en su análisis: Antes de Friedman estaba el keynesianismo, que no era otra cosa que una vuelta de tuerca a posiciones izquierdo-proteccionistas debido a las consecuencias de la gran Depresión de 1929. A cada depresión le corresponde un giro proteccionista en la teoría económica de los países de occidente. El keynesianismo tenía los días contados desde que nació: bastaba con que pasara un poco de tiempo y ya no estuviera en el poder la generación que había vivido la gran depresión de 1929. Todo se olvida. Como muy bien decía Joaquín Estefanía en un gran artículo explicativo de la crisis de las hipotecas subprime, el capitalismo, especialmente el financiero, tiene un ciclo de memoria muy corto. Esa amnesia es fatal, como hemos podido comprobar. También es interesada, claro.

Así que Milton Friedman obtuvo su nobel a finales del siglo XX gracias a una teoría económica ultracapitalista que consagraba el derecho de Reagan/Thatcher/Juan Pablo II a dignificar la explotación del hombre por el hombre y, sobre todo, dejaba el campo libre a los especuladores de cualquier especie, a los que consagraba como raza dominante. Esa es la burbuja que ahora acaba de estallar.

Ahora le toca al kruganismo (que también empieza por K,para no desviarnos de la tradición). Con él entra oficialmente en hibernación (no muerte, como algunos ilusos hemos llegado a certificar) del capitalismo más salvaje.

Pero la lógica de este sistema capitalista del que nunca nos dejan salir nos dice que una vez más, Occidente no hace otra cosa que cumplir escrupulosamente lo que dice el manual del buen occidental. Los partidarios de las teorías económicas más reccionarias están ya estudiando mucho para poder revender cuanto antes sus teorías sobre la libre explotación de los demás como método para el enriquecimiento personal disfrazado de bien común. El ultracapitalismo más exacerbado nos espera dentro de unos 20 años, si no antes. Mi pregunta final es: ¿qué nos preparan para el post-kruganismo? Ahí queda el aviso.

Por si acaso conviene tener identificados a los actuales perdedores, a ver por dónde asoman sus ideas. El primer defensor del ultraliberalismo capitalista que ha salido a la palestra es Mario Vargas Llosa. Es lógico. Sólo alguien que domina muy bien el lenguaje es capaz de salir hoy defendiendo lo imposible. Lo traigo aquí porque me llama mucho la atención la mentalidad de este hombre. Leemos en el periódico su análisis soibre las causas de la crisis y no le falta ni un perejil. Está bien contado, tiene un arte narrativo que no vamos a descubrir ahora. El problema en este hombre siempre es el mismo: lo analiza todo de forma impecable. Tanto, que la consecuencia lógica es pensar que estamos ante otro crítico con el sistema. Pero, contra toda lógica de sus propias palabras, llegan los dos últimos párrafos y ¡zas! sostiene como conclusión todo lo contrario a lo que sería lógico siguiendo sus propios argumentos.

Esto me recuerda a una de sus mejores novelas: "La fiesta del chivo". Creo que cualquier escritor de izquierdas envidiaría la capacidad de Vargas Llosa para contar el proceso según el cual un ser humano que vive dentro del poder llega a corromperse tanto que finalmente toda crueldad y toda acción de inhumanidad le terminan pareciendo lógicas. Lo que a mi juicio le falta a este hombre es darse cuenta de que ese proceso está emparentado con mentalidades como las que él mismo defiende. Esto, dicho por una ex compañera mía, es la versión literaria del "le falta un hervor".

Bueno, seguimos otro día.

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